

Mi querido educando, hoy quiero hablarte de un tema que me eriza los bigotes, se llama “Teoría Prospectiva”, y forma parte de la economía conductual, la cual explica cómo nos comportamos ante una toma de decisiones incierta, en la cual podríamos ganar o perder.
Suena interesante, ¿verdad?
Algo que caracteriza al ser humano de las otras especies es nuestra habilidad para tomar decisiones en busca de una satisfacción personal. Esto podría parecer egoísta y hasta materialista, pero nada que ver, querido educando, pues queramos o no, todo el tiempo debemos tomar decisiones:
- ¿Me levanto ahora o en 5 minutos más?
- ¿Me pongo la playera azul o la roja?
- ¿Tomo el metro o un taxi?
- ¿Me caso?
- ¿Tengo hijos?
- ¿Trabajo en una empresa o soy independiente?
Ante nosotros se nos presentan muchas opciones por cada paso que damos, y por mucho que quisiéramos tener todo, no es posible. El término que utiliza la economía para este caso es “recursos escasos”, esto es, que solo hay una cantidad limitada de cosas y muchas personas para repartir en el mundo.
No hay número suficiente de manzanas, de casas, de trabajos, de entradas de cine, de novios, de dinero o de hamburguesas. Esto nos obliga a tomar una decisión, ¡es la ley de la vida!
¿Cómo pensamos al momento de tomar una decisión?
La economía conductual es una disciplina que se encarga precisamente de estudiar estos temas, para saber qué pasa por la cabeza del ser humano cuando debe enfrentarse ante una decisión y, sobre todo, cómo afecta este resultado en la economía, en el precio de los mercados, en los beneficios que se obtienen y cómo se resuelve la asignación de recursos.
Entre tantas teorías, está una que se llama Teoría Prospectiva, la cual explica el comportamiento del ser humano ante una toma de decisiones en la que, dependiendo del resultado, va a ganar o perder. Curiosamente, podríamos pensar que ante cada decisión nuestra mente procesa los pros y los contra para encontrar la mejor solución o la más adecuada, pues ¿qué crees? ¡Que no!
El creador de esta teoría se llama Daniel Kahneman, quien recibió el premio Nobel de Economía por varios experimentos que realizó junto con su colega Amos Tversky, con la que pretenden darnos a entender, que en realidad, las personas no son tan racionales como se pensaba a la hora de tomar decisiones, en especial cuando el resultado es incierto.
Contrario a otras teorías, donde se asegura que las personas valoran sus opciones, calculando el valor esperado de cada una, según Kahneman y Tversky, en realidad nuestra mente pasa por dos fases:
Fase 1: Edición
Lo primero que hacen las personas es hacer un análisis preliminar de las opciones que tienen a su alcance, para clasificarlas de acuerdo a lo que podrían perder o ganar.
Fase 2: Evaluación
Un vez que las personas han evaluado sus opciones, eligen aquella opción que le represente menos pérdidas, que no precisamente tiene que ser monetaria, sino que involucran otros factores como tiempo, emociones o relaciones sociales.
Durante el proceso de evaluación, la persona a elegir ya ha imaginado un escenario de lo que quisiera obtener, por lo que a partir de ahí, si sobresale al resultado esperado se considera ganancia, pero si es menos que el resultado esperado será una pérdida. ¿Hasta aquí todo va quedando claro?
A esta valoración subjetiva se le denomina “Aversión a la pérdida”. Por ejemplo, si te dijeran que al lanzar una moneda vas a perder $100 pesos si sale Sol, pero que por el contrario, si sale Águila ganarás $150 pesos. ¿Jugarías?
En realidad, si te fijas bien, se trata de un juego positivo, porque hay más posibilidades de ganar que de perder, sin embargo, muchas personas preferirían no jugar, ¿por qué? Porque la sensación de pérdida es más intenso, que el placer de ganar $150 pesos. ¡Interesante!
Generalmente pensamos que las personas basan sus decisiones con respecto al dinero que van a ganar, pero la teoría de la prospectiva dice lo contrario, que aunque la ganancia económica es una consecuencia, los niveles de ganancia y pérdida van más ligados a un plano emocional.
Así que te haré la siguiente pregunta, ¿cuál de estas dos personas crees que ganó y cuál crees que perdió?
Persona 1: Perdió $500 pesos, pero le quedan $1000 pesos
Persona 2: Ganó $500 pesos, aumentando su dinero a $1000 pesos
Pues resulta, mi querido educando, que aunque las dos personas al final lograron juntar $1000 pesos y deberían ambos estar felices por ello, en realidad, la persona 1 está menos satisfecha que la persona 2, porque tiene la sensación de pérdida en su cabeza. Así que para ellos, la persona 1 perdió y la persona 2 ganó.
Ahora, si aplicamos esto a las finanzas, podremos entender por qué una persona se inclina por uno u otro instrumento financiero, el cual dependerá de la cantidad involucrada, pero sobre todo, de la emoción latente ante la pérdida de esta cantidad.
Como conclusión, querido educando, ciertamente no somos tan racionales como nos gusta visualizarnos, porque nuestras decisiones están basadas en nuestro nivel de satisfacción, el cual dependerá de cada persona.
Por ejemplo, si una persona que lleva trabajando 15 años en una empresa, le ofrecen un aumento de sueldo de $3000 a $4000 a cambio de mudarse de ciudad, pero no acepta, mientras que otra compañía le ofrece $4000 en un lugar cerca de su viejo trabajo y tampoco acepta, la conclusión es que su respuesta está basada en que es feliz en el trabajo en el que está, y que no importa si le ofrecen más dinero, su decisión siempre será “No”, si esto implica tener que alterar el esquema de vida que tanto le gusta.
Y tú, ¿cómo mides tu nivel de satisfacción?
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